Enlaces a recursos sobre el AÑO LITÚRGICO en educarconjesus

Testigos en la tierra Mc 16,15-20 (PAB7-24)


 

A la derecha de Dios Mc 16,15-20 (PAB7-24)

  “El mismo Jesús que ha sido tomado de entre vosotros y llevado al cielo, volverá como lo habéis visto marcharse al cielo” (Hech 1,11). 

En esta fiesta de la Ascensión de Señor a los cielos, también nosotros escuchamos esas palabras que dirigieron a los discípulos aquellos dos varones vestidos de blanco. La glorificación de Jesús no puede justificar nuestra pereza. El Señor nos ha elegido para enviarnos a anunciar su mensaje y a encender la esperanza.    

En el salmo responsorial cantamos a Dios que “asciende entre aclamaciones y al son de trompetas” (Sal 46). No pretendemos ser triunfalistas, pero nuestra alegría es una proclamación de la gloria del Señor.  

En la carta a los Efesios se afirma que el Padre celestial resucitó a Cristo de entre los muertos y lo ha sentado a su derecha (Ef 1,17-23). Como decía el Catecismo de Astete, Jesús tiene igual gloria que él en cuanto Dios y mayor que otro ninguno en cuanto hombre. 

ANUNCIO DE GRACIA

El final del evangelio según Marcos nos recuerda la misión que el Señor confía a sus discípulos: “Id al mundo entero y proclamad el evangelio a toda la creación” (Mc 16,15-20).

• También a nosotros el Señor nos pide que nos pongamos en camino. Un día tras otro, vamos haciendo camino al andar. Es cierto que caminar comporta siempre un riesgo. Pero no podemos caer en la tentación de la pereza. No podemos quedar anclados en esa comodidad que ya hemos alcanzado, como individuos y como comunidad.  

• Por otra parte, Jesús no envía a sus discípulos a disfrutar los paisajes de la tierra, que no dejan de ser atrayentes. Tampoco quiere que vayan a gritar para intentar ganar unas elecciones políticas. Y menos aún los envía a vender una mercancía de moda. A ellos y a nosotros nos envía a proclamar la buena noticia de que Dios es nuestro Padre y nos ama  

• Finalmente, Jesús recomienda a los suyos que se dirijan a toda la creación. El evangelio de Jesucristo es un anuncio de gracia y salvación para toda la humanidad, sin distinción de edades o de gustos, de razas o culturas, de clases sociales o de preferencias políticas. 

APOYO EN LA MISIÓN

El texto evangélico añade que “después de hablarles, el Señor Jesús ascendió al cielo y se sentó a la derecha de Dios”. Pero el Señor no ha dejado la tierra para ignorar las aventuras y desventuras de la humanidad. Tampoco pueden ignorarlas quienes creen en él.

• Efectivamente, los discípulos de Jesús aceptaron su mandato de ir a proclamar el Evangelio por todas partes. No dejamos de admirar su decisión y su valentía. Pero aquella misión es una tarea urgente para todos los que hemos sido llamados por el Maestro.

• La misión nunca ha sido fácil. Los seguidores del Señor con mucha frecuencia han sido perseguidos y calumniados. Pero como los discípulos primeros, también ahora sabemos que no estamos solos. El Señor camina a nuestro lado y actúa con nosotros.

• Por si fuera poco, creemos que el Señor confirma nuestra palabra, cuando realmente es la suya, con signos admirables que nosotros no siempre llegamos a percibir.

Ascensión y misión Mc 16,15-20 (PAB7-24)

 El evangelio de hoy es una especie de síntesis de lo que sucedió a Jesús a partir de la resurrección; síntesis que alguien ha añadido al evangelio de Marcos cuando ya estaba terminado. Esto se reconoce hoy claramente por su estilo, e incluso, por su teología. Habla de la Ascensión según lo que hemos podido escuchar en el texto de los Hechos de los Apóstoles. Pero lo que verdaderamente llama la atención de este evangelio es el encargo de la misión del Resucitado a sus apóstoles para que hagan discípulos en todas las partes del mundo. Se describe esta misión de la misma manera que Jesús la puso en práctica en el mismo evangelio de Marcos. Por tanto, Él es el modelo de nuestra predicación y de nuestros compromisos cristianos. El Reino, ahora, se hace presente cuando sus discípulos se empeñan, como Jesús, en vencer el mal del mundo y en hacer realidad la liberación de todas las situaciones angustiosas de la vida por medio del evangelio.

Multipoly, nuevo juego de mesa bíblico

Multipoly bíblico es un juego de gran formato que nos sumerge de forma divertida y amena en el conocimiento de Jesús y su mundo. Destinado fundamentalmente para jugar en clase de Religión, catequesis, grupos parroquiales y familias. La edad indicada para jugar es de 8 años en adelante. Pueden jugar 2 jugadores o más, aunque está especialmente diseñado, por su gran tamaño, para disfrutar en grandes grupos. Jugar repetidamente al Multipoly favorecerá la asimilación de las palabras y momentos importantes de la vida de Jesús junto a los lugares que transitó y las costumbres de su época. Billetes de denarios, ciudades (Belén, Nazaret, Jerusalén, Emaús, Magdala, Jericó, Arimatea...) y QR para introducir el aporte digital en la diversión y el aprendizaje que se dan cita en este ameno juego. El Multipoly tiene dos tableros: uno estándar para jugar en casa y otro de 1,50 metros para clase o convivencias. Jugar repetidamente al Multipoly favorecerá la asimilación de las palabras y momentos importantes de la vida de Jesús junto a los lugares que transitó y las costumbres de su época», explica la editorial en su web.




Autor: Antonio Manzano (con dibujos de Patxi Fano)
Editorial SM-PPC
ISBN 978-84-288-4076-7
Precio: 55 euros


Don y tarea del AMOR Jn 15,9-17 (PAB6-24)

“Ahora comprendo con toda verdad que Dios no hace distinción de personas, sino que acepta al que lo teme y practica la justicia, sea de la nación que sea”. Una visión y una palabra del cielo han llevado a Simón Pedro hasta la casa del centurión Cornelio (Hch 10,34-35).

Para sorpresa de los presentes, el Espíritu Santo bajó sobre todos los que escuchaban la palabra del apóstol. El mismo Pedro parece asombrado. Los procedentes del judaísmo se admiraron, al ver que se repetía el fenómeno de Pentecostés también sobre los paganos. 

Con razón, el salmo responsorial que hoy se canta nos invita a proclamar que “el Señor revela a las naciones su justicia” (Sal 97).

Evidentemente Dios es amor. “El que ama ha nacido de Dios”. Y el milagro no es que nosotros podamos y queramos amar a Dios. Lo verdaderamente admirable es que él se ha adelantado y nos ha amado, aun cuando nosotros no lo merecíamos (1 Jn 4,7-10).

PERMANECER EN EL AMOR

El tema del amor reaparece en el evangelio que se proclama en este domingo sexto de Pascua (Jn 15,9-17). En él continúa la alegoría de la vid y los sarmientos, que se leía en la eucaristía del domingo pasado (Jn 15,1-8).  Hoy se afirma que el Padre celestial es la fuente de la vida que llega hasta los sarmientos de la vid. Y él es el origen del amor.

• “Como el Padre me ha amado, así os he amado yo”. En nuestra cultura se considera el amor como un sentimiento que nos acerca a los demás o nos hace gozar de la simpatía de los otros. Pero antes de ser una relación entre nosotros, es una revelación del amor que viene de Dios. Jesús nos muestra el amor del Padre, al tiempo que nos demuestra su propio amor. 

• “Permaneced en mi amor”. Jesús menciona una y otra vez la vocación a “permanecer”. Es necesaria la unión de los sarmientos con la vid para poder dar fruto (Jn 15,4-7). Si Jesús permanece unido al Padre (Jn 15,10), puede exhortar a sus discípulos a permanecer unidos a él (Jn 15,9-10). Esa será la señal que ha de caracterizar al discípulo amado (Jn 21,22-23).

LOS CANALES DEL AMOR

Ahora bien, si el amor es un don gratuito de Dios, para nosotros es también una vocación y una tarea imprescindible. El amor no nace de nuestra iniciativa personal o grupal. Sin embargo, nosotros somos los canales para que el amor de Dios llegue a nuestros hermanos. 

• “Esto os mando: que os améis unos a otros”.  Ese es el mandamiento que Jesús dirige a sus discípulos. Los que estaban decididos a seguir a su Maestro, deberían aprender la obediencia de la fe y también la obediencia del amor.

• “Esto os mando: que os améis unos a otros”.  Esa palabra de Jesús vale también para la comunidad cristiana de todos los tiempos. No es la Iglesia la que hace la caridad, sino que es la caridad de Dios la que funda y edifica la Iglesia.

• “Esto os mando: que os améis unos a otros”. El amor no es un sentimiento ni una estrategia interesada. Jesús dice que el amor mutuo es un mandato. No podemos amar tan solo a los que nos son simpáticos. Jesús nos manda pasar el amor de Dios a todos los que Dios ama.

La experiencia del amor del Padre en Jesús Jn 15,9-17 (PAB6-24)

1. El evangelio de Juan, en esta parte del discurso de despedida de la última cena de Jesús con sus discípulos, insiste en el gran mandamiento, en el único mandamiento que Jesús ha querido dejar a los suyos. No hacía falta otro, porque en este mandamiento se cumplen todas las cosas. Forma parte del discurso de la vid verdadera que podíamos escuchar el domingo pasado y, sin duda, aquí podemos encontrar las razones profundas de por qué Jesús se presentó como la vid: porque en su vida, en comunión con Dios, en fidelidad constante a lo que Dios es, se ha dedicado a amar. Si Dios es amor, y Jesús es uno con Dios, su vida es una vida de entrega.

2. Por ello, los sarmientos solamente tendrán vida permaneciendo en el amor de Jesús, porque Jesús no falla en su fidelidad al amor de Dios. Jesús quiere repetir con los suyos, con su comunidad, lo que Dios ha hecho con él. Jesús siente que Dios le ama siempre (porque Dios es amor) y una comunidad no puede ser nada si no se fundamenta en el amor sin medida: dando la vida por los otros. Dios vive porque ama; si no amara, Dios no existiría. Jesús es el Señor de la comunidad, porque su señorío lo fundamenta en su amor. La comunidad tendrá futuro  si ponemos en práctica el amor, el perdón, la misericordia de los unos con los otros. Ese es el signo de los hijos de Dios.

3. Con una densidad, quizás no ajustada al lenguaje del Jesús histórico, el autor del cuarto evangelio nos adentra en el mundo del amor y de la amistad con Dios, con Jesús y entre los suyos. Es un discurso que establece unas relaciones muy particulares. Dios ama al Hijo, el Hijo ama a los suyos, éstos se llenan de alegría, ¿por qué? Porque estas son relaciones de amor de entrega, de amistad. Son términos que la psicología recoge como los más curativos para el corazón y la mente humana. Todos sabemos lo necesario que es ser amado y amar: es como la fuente de la felicidad. El Jesús de San Juan, pues, se despide de los suyos hablándoles de cosas trascendentales y definitivas. No hay otro mensaje, ni otro mandamiento, ni otra consigna más definitiva para los suyos. No está la cuestión en preguntarse solamente ¿qué tenemos que hacer?, aunque se formule en mandamiento, sino ¿cómo tenemos que vivir? : amando.

4. ¿Es amor de amistad (filía) - como en los griegos-, o más bien es amor de entrega sin medida (ágapê)? Sabemos que San Juan usa el verbo “fileô”, que es amar como se aman los amigos, en otros momentos. Pero en este texto de despedida está usando el verbo agapaô y el sustantivo ágape, para dar a entender que no se trata de una simple “amistad”, sino de un amor más profundo, donde todo se entrega a cambio de nada. El amor de amistad puede resultar muy romántico, pero se puede romper. El amor de “entrega” no es romántico, sino que implica el amor de Dios que ama a todos: a los que le aman y a los que no le aman. Los discípulos de Jesús deben tener el amor de Dios  que es el que les ha entregado Jesús. Este es el amor que produce la alegría (chara) verdadera. El “permanecer” en Jesús no se resuelve como una simple cuestión de amistad, de la que tanto se habla, se necesita y es admirable. El discipulado cristiano del permanecer  no se puede fundamentar solamente en la “amistad” romántica, sino en la confianza de quien tiene que dar frutos. Por eso han sido elegidos: están llamados a ser amigos de Jesús los que aman entregándolo todo como El hizo. Esta amistad no se puede romper  porque está hecho de un amor sin medida, el de Dios.

Fray Miguel de Burgos Núñez
Fuente: https://www.dominicos.org/predicacion/homilia/5-5-2024/comentario-biblico/miguel-de-burgos-nunez/

Cristo, vid donde está la vida Jn 15,1-8 (PAB5-24)

1. El evangelio de Juan nos ofrece uno de esos discursos llamados de “revelación”, porque en ellos éste evangelista nos muestra quién es El Señor. Se enumera entre los famosos "yo soy" del evangelio de Juan (el Mesías 4,26: el pan de vida 6,35.41.48.51; la luz del mundo 8,12; 9,5; la puerta de las ovejas 10,7.9; el buen pastor 10,11.14; el Hijo de Dios 10,36; la resurrección 11,25; el Señor y el Maestro 13,13; el camino 14,6; la verdad 14,6;la vida 11,25;14:6; el rey de los judíos 19,21. Esto ha planteado, de alguna manera, una “cristología” y un discipulado de exclusividad. Aquí, en este discurso, Jesús se presenta con una imagen que era tradicional en la Biblia, la de la viña. Conocemos un canto de la viña en el profeta Isaías (c.5) que tiene unas constantes muy peculiares: la viña era el pueblo de Dios. Sabemos que la viña está compuesta de muchas cepas, pero la viña no ha dado fruto bueno, es un fracaso, se debe arrancar. Ese es el canto de Isaías. )Lo arrancará Dios? Debemos decir que desde la teología joánica, la respuesta a ese canto es distinta; no es necesario que Dios la arranque: ahora Jesús se va a presentar como la clave curativa para que la viña produzca buenos frutos. Él se presenta como la vid, y todos los hombres como los sarmientos para que sea posible dar buen fruto.

2. Pero escuchando su “palabra”, los sarmientos tendrán savia nueva, vida nueva, y entonces llevarán a cabo las obras del amor. Porque fuera de El, de su palabra, de sus mandamientos, no podemos permanecer. Se respira, pues, una gran seguridad frente al acecho de cortar y arrasar: Jesús está convencido que permanecer en El es una garantía para dar frutos. El *permanecer+ con El, el vivir de su palabra, de sus mandamientos, de su luz, de su vida, hará que la viña, el pueblo de Dios, vuelva de nuevo a ser el pueblo de la verdadera alianza. Con esto se complementa la enseñanza de la epístola en la que se propone a los discípulos permanecer en Dios. El camino para ello es permanecer en Jesús y en su evangelio.

3. La fórmula "permaneced en mí y yo en vosotros", muy típica de este evangelista, define la relación del discípulo con Jesús como una reciprocidad personal. Esa relación personal con Jesús es la condición indispensable para dar fruto. La transformación teológica que se opera desde la imagen de la viña de Israel a esta propuesta simbólica del evangelio de Juan es muy peculiar. Una viña está compuesta de muchas cepas que, una a una, tienen su vida propia y que no tienen comunicación entre si. En el caso de la simbología de la viña de Juan la cepa, que es Jesús, hace que los pámpanos estén unidos a la cepa, a Jesús. Como Jesús es la vida, y la luz, y el Hijo, entonces estar unido a El es tener vida.

4. Se trata de un discipulado o de una comunidad intimista como algunos han señalado? No podemos negar que el evangelio de Juan es de este tenor. El "seguimiento" de Jesús no se expresa de la misma manera, v.g. que en Lucas, que es seguirle “por el camino”. Los discursos y las fórmulas de revelación del "yo soy" de esta teología joánica no dejan otra opción. Bien es verdad que eso no significa que la "exclusividad" de Jesús, el Hijo de Dios, no permita que esa luz de Jesús y esa vida que El ha traído precisamente, se convierta en un círculo de discípulos elitistas o excluyentes. Esa luz de Jesús y esa vida tienen muchas formas de manifestarse y de hacerse presente. Pero no es cuestión de exclusivismo, sino de confianza; la confianza de que en Jesús y con Jesús, el Señor, encontraremos la vida verdadera.

Fray Miguel de Burgos Núñez
Fuente: https://www.dominicos.org/predicacion/homilia/28-4-2024/comentario-biblico/miguel-de-burgos-nunez/